lunes, 29 de junio de 2015

Odio las fiestas en salón. A decir verdad no sé qué es lo que odio más: si a ver a tanta multitud hipócrita o el, casi, mismo menú de siempre. Lo que sucede tal vez es que no me han invitado al correcto.
Casi siempre asistimos a los mismos tipos de eventos: graduaciones, XV años, bodas, bautizos y presentaciones, estos últimos tres tienen la gran ventaja de realizarse como uno quiera, porque lo va a pagar uno y no tiene que lidiar con tanta opinión y gustos como las graduaciones; o como los XV años que se ven muy limitados, en cuanto a presupuestos, los padres para organizarle la presentación ante la sociedad a la mocosa consentida.
Y es que organizar un banquete no es tarea fácil. Tenemos que ver cosas tan banales y absurdas como el color de la mantelería, las flores, las sillas, el tema, etcétera. Todo para quedar bien con un montón de gente gorrona y cachetona. Sin embargo, asistir a ellos me ha dado la oportunidad de ver cuáles son sus errores para crear, en mi mente cochambrosa, una idea de banquetera muy diferente a las comunes que hoy en día conozco. (Aclaro, no tengo el placer de conocer a las grandes banqueteras, pero creo que como todas siguen un mismo eje de servicio: satisfacer al cliente)
No me gusta mentir, pero la verdad es que no recuerdo a que banquete haya asistido en estos últimos días, y no me gusta tomar fotos (no me gusta sonreír a la de a fuerzas). Eso sí, he tenido la fortuna de siempre tener un excelente servicio por parte de los meseros.

En fin, aún me hace mucha falta aprender de este negocio y creo bien vale la pena aprenderlo en la práctica, total no existe la perfección y quién crea que sí, pues para que sigues en este ramo tan imperfecto.
Yair Huerta Juárez

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